Empitonado de amor – parte 2

Las pezoneras de plata…  ¡divino artilugio!  Busqué las copas de lactancia de las que me habló mi amiga por todas partes y nada, me costó dar con ellas porque aquí en España no las conocía ni el tato.  Finalmente me las enviaron desde Italia y pude completar mi to-do-list de futura madre.

Con la vorágine que se te viene encima con la llegada del bebé, la verdad es que las pezoneras se me olvidaron, hasta que volvieron a mi mente cuando empecé a notar molestias al alimentar a mi bebé.  Las probé antes de ponerme cremas y lociones que me repulsaban un poco tanto por su textura como por enfangar el ‘plato’ principal de mi hija.  Mano de santo.  Me puse las copas de lactancia y al día siguiente todo volvió a su ser y desaparecieron los dolores.

No sólo sirvieron para curarme y facilitarme lo que más deseaba en el mundo, sino que me ayudaron con el after baby

Es inevitable que te miren de reojo cuando llevas puestas las pezoneras, aunque las lleves por dentro, te tapes y no se vean, cuando asoman, parece que vas encorsetada en una faja de Gaultier que tan de moda puso la indiscutible reina del pop, Madonna y no las imitadoras que se prodigan.  Resulta que estas pezoneras también cicatrizan las heridas y/o fisuras de pareja, increíble ¿no???  A parte de las movidas post baby que surgen – todo el mundo las padece y el que diga que no, miente – los momentos íntimos, se quedan un poco tocados.  Hay varios motivos, nunca encuentras el momento, siempre estás pendiente del bebé, el cansancio, etc.  También está la libido de la mujer, o lo que es peor, el desinterés del hombre.  En cualquiera de los casos, esto no puede ser, se tiene que solucionar y reactivar la lambada del hogar.  El bebé es motivo de alegría, hay que animarse y darle salsa al nuevo miembro con buen rollo, risas y complicidad de los padres.

De todos es sabido que por el estómago se conquista a un hombre, pero cuando se trata de reconquista, la de tu marido, que ya te tiene más vista que el tebeo, pues es más fácil si lo haces, ejem, más directamente, ya me entiendes, atacando al núcleo.  Siempre he defendido que es mucho más sexy insinuar que mostrar, así que ataviada con las copas de lactancia, un pase por aquí y otro pase por allá, la vista se centra en ti y la fogosidad vuelve a rebullir en un pispás.  Voilà!  Déjate el sombrero puesto 😉

Por eso ¡las copas de lactancia de plata son el accesorio imprescindible de cualquier futura mamá!!!!!